El finlandés Pekka Himanen diferencia entre hacker, todo aquél que trabaja con gran pasión y entusiasmo, y cracker, lo que comúnmente se conoce como delincuente o pirata informático.
Para el filósofo e investigador finlandés Pekka Himanen los hackers no son piratas informáticos, sino creativos que con pasión y entusiasmo aportan valor a la sociedad. Himanen ha expuesto esta idea durante la celebración de la tercera conferencia del ciclo Entendiendo los cambios. Ideas, libros y autores, organizada por Fundación Telefónica y moderada por la periodista Mamen Mendizábal.
Según Himanen, autor de La Ética del hacker y el espíritu de la era de la información, “la ética del trabajo para el hacker se fundamenta en el valor de la creatividad y consiste en combinar la pasión con la libertad”. En referencia a la cultura de la creatividad, Himanen señala que en la empresa del futuro que quiera llegar a una gran parte de la sociedad ha de cambiar su corporativismo: “el dinero dejará de ser un valor en sí mismo y el beneficio se cifrará en metas como el valor social y el libre acceso, la transparencia y la franqueza”.
De esta manera, la ética hacker es una nueva moral que desafía la ética protestante del trabajo, que expuso hace un siglo Max Weber en su obra clásica La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Un trabajo basado en la laboriosidad diligente, la aceptación de la rutina, el valor del dinero y la preocupación por la cuenta de resultados.
Himanen sostiene que un hacker no es un delincuente ni un pirata informático con altos conocimientos técnicos (al que denomina cracker), sino todo aquel que trabaja con ilusión y amor a la libertad por lo que hace. Asimismo, recuerda algunos de los valores que debe tener el hacker como la preocupación responsable, la accesibilidad, la curiosidad, la creatividad, la anticorrupción, la conciencia social, el libre acceso a la información (o conocimiento libre) y la lucha contra la alienación del hombre.
Por último, Himanen se refirió a lo que denomina ley Linux, basada en pilares como la necesidad de supervivencia económica, la creatividad y una interacción enriquecedora: “un revolucionario solo no existe: le hace falta hacerlo en comunidad”. Junto a estas leyes que deberían regir el nuevo mundo corporativo figura el poder del sueño y de las metas que quiere seguir la gente que trabaja en las empresas.